viernes, 4 de julio de 2008

Las ocho menos cuarto


Dejó la taza del desayuno en la pila y se fue a lavar los dientes. Eran las siete y media de la mañana. Tras escupir el enjuague bucal, levantó la vista y se dio de bruces con su reflejo. A pesar de las incipientes ojeras, estaba guapa. Se puso vaselina en los labios y un toque de perfume.

Cuando salió del baño su hermana pequeña ya la esperaba impaciente en la puerta: " Tata! ya son menos veinte! ya son menos veinte! Vamos, vamoooos..." En realidad, el colegio al que debía llevarla, estaba a penas a cinco minutos caminando; pero la cada día menos pequeña Elvira, se empeñaba en llegar antes porque decía que era cuestión de liderazgo: las amigas irían a ella y no al reves, y eso le confería más poder en su círculo de amistades. ¿Cómo podía una niña de ocho años ser una estratega tan brillante?

Justo antes de salir al portal respiró profundo y, cuando puso el primer pié sobre la acera, dio por comenzada una nueva mañana. A medida que se acercaban al final de la calle se le puso un nudo en el estómago; estaban casi a punto de doblar la esquina, así que se colocó disimuladamente los pechos dentro del sostén. Volvió a respirar hondo. Eran las ocho y cuarentaitrés. Doblaron la esquina y, en la otra punta de la calle apareció él. Con una mochila verde oscuro en el hombro derecho y su cazadora negra, escuchando quién sabe qué.

Comenzó la batalla: Él se puso serio, duro, casi frunciendo el ceño y clavó sus ojos negros en los de ella. Ella, bajó ligeramente la cabeza, entornó los ojos hacia arriba para devolverle a su vez la mirada, y entrabrió los labios queriendo insinuar una sonrisa. Ninguno bajaba la vista, ninguno decía nada. Cada vez estaban más cerca, el corazón se le desvocaba, el calor la invadía y, un segundo antes de cruzarse, él bajó la cabeza y miró al suelo; ella, bajó la mirada hacia su hermana y le preguntó "¿Qué hora llevamos Elvira?".

Como cada mañana, durante el último año, ambos tenían algo que les hacía salir de casa con ilusión, se tenían el uno al otro, aunque sólo fuese unos segundos, aunque ninguno de los dos tuviese el suficiente valor para llegar más lejos. Compartían un secreto, una pasión. Compartían el momento más feliz del día.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tarde o temprano acabarán diciendo, al menos, "buenos días". Y si no lo hicieran, tienen la suerte de ser de los pocos que tienen una ilusión con la que salir del portal todas las mañanas :)
Me encanta :) Y la chinija es muuuuyyy inteligente!

Anónimo dijo...

HEY PRECIOSA!!

te dejo el comentario acordado.... escribes como los angeles amor... transmites emociones, sentimientos, imagenes, ilusiones... y recuerdos...

un beso....

Anónimo dijo...

Si se hiciera una antología de post de momentos tiernos, éste tendría que figurar en un lugar destacado. Saluditos veraniegos y contentos de encontrar tus letras.