miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Faro de los Vientos


Simón era farero de toda la vida. De hecho vivía en el faro y casi nunca salía de él, no era feliz ni estaba amargado, simplemente dejaba transcurrir los días sin darle demasiadas vueltas a nada.

Soplaba levante un día que volvía de hacer la compra y llamó su atención un aparato rebajado del escaparate de una tiendecita de regalos: Era un telescopio. Sin pensarlo mucho se lo compró, lo instaló en lo alto del faro y, como si de la ventana indiscreta se tratase, comenzó a distraerse viendo la vida de los demás… 

Vio a un muchacho que esperaba nervioso a la puerta de un hotel secándose el sudor de la frente con la manga de la camiseta. 

Vio a una niña que no hacía más que asomarse al balcón mirando al infinito, como si esperase algo que no acababa de llegar. 

Vio un coche rodeado de guardias que echó a volar empujado por el levante y que al parecer, aterrizó en Coímbra, según le contó un moro. 

Vio cómo se peleaban por subir a un taxi Andrew Shue y Luke Perry, que acabaron subiéndose juntos para ir a comer al barrio de los arcoíris. 

Vio a dos fugitivos refugiarse de la lluvia en un restaurante justo cuando cesó de llover y celebrarlo descorchando una botella de vino. 

Vio un rayo caer en la única cabina telefónica que quedaba, la vio arder pero también ser apagada por el cuerpo de bomberos, que vinieron con la manguera, a mojarla entera. 

Y entonces se hizo de noche y cambió el viento a tramontana y, vio como se agitaban los cipreses y los abetos y las encinas y los castaños. 

Y al día siguiente vio las playas llenarse de erizos de mar y cómo unos niños jugaban con ellos en la arena. 

Vio cómo inauguraban una cervecería con especialidad en tostadas, bocadillos de mortadela y sofritos, sobre todo sofritos y también vio como los vecinos se quejaban por el ruido de las sartenes. 

Vio gente paseando, barandillas enanas, escalones muy largos, casas de cuento y la luz de su faro girando sobre los tejados. 

Vio una reunión al borde del acantilado, una focha pescando con un ánade y una medusa jugando a las palas. 

Vio cómo se pusieron de moda los esnórquel de channel y el llevarse a la playa paellas con champán. 

Vio cómo se detuvo el reloj porque la arena se llenó de caracoles que no se querían marchar. 

Y vio cambiar el viento una vez más...

Se fue la tramontana y se llevó volando el telescopio y la imaginación de Simón, que decidió salir del faro, plantar la toalla bajo las estrellas invisibles y esperar a los alisios, que traían aroma a humo, a queso y a sal.

(A la llum d'un fanal)

lunes, 3 de septiembre de 2012

Un cuento de bichos



Érase una vez que se era, una historia que nunca fue, pero de haber sido, aunque en parte fuera, nunca sería sino algo parecido, porque aunque pudo haber sido, no fue.

Cómo puede dar de sí la tela de araña de una lápida en un cementerio empapado de sorpresas.

Cómo las musarañas se mueren de risa con las travesuras de las vacas y las mariposas azules pintan de lunares a los perros más grandes y tranquilos del mundo.

Cómo las lechuzas detienen el tráfico para que las raposas no atropellen a mamás jabalí que llevan a sus bebés a fiestas que no existen.

Cómo las abejas posan y se posan, y las bolsas se convierten en cernícalos sobre las fuentes más dulces y amargas.

Cómo cazar una rana y regalarla… Cómo que te regalen una rana empieza como una tonta ilusión y acaba con servilletas recuperadas de la basura, con equipos de operaciones de emergencia entre cafés, con bellotas a la sombre de un castaño, vigiladas por el ciprés más alto…

Pero este cuento no se ha acabado, porque aún está la salamanquesa aprendiendo a nadar…

...y la trucha a respirar.