martes, 15 de julio de 2008

Juegos de Jardín

Margarita estaba feliz.

Al fin la dejaban salir sola a la piscina.

Por aquellas alturas del verano, en la urbanización quedaba poca gente y ella se aburría cosa mala, no dejaban que saliese al jardín hasta las seis, porque decía su padre que Lorenzo picaba mucho. A ella, en casa, sin nadie con quien jugar, se le hacía eterna la espera, menos mal que luego el sol de la tarde casi se mezclaba con la hora de la cena. Además, ese día era uno de los mejores, porque el tío Cristobal mandaba una caja de bombones que, como venían medio derretidos, parecía que estallaba el chocolate dentro de la boca.

-¿Dónde va tan rápido señorita? Ven aquí que te eche crema -dijo su madre cuando la vio salir embalada por la puerta. Aguantó la tortura y salió al fin.

-Papá, hínchame la colchoneta, porfi.

Su padre, que estaba removiendo la tierra del trozo de solar que aún quedaba sin adecentar, dejó el rastrillo en el suelo y se acercó a su niñita.

-Trae aquí -le dijo.
-¿Vas a poner más flores, papá?
-Fffffffffffffffsh. No cariño. Ffffffffffffffffffffsh. Ahí voy a poner césped para que podáis tomar el sol.

En cuanto tuvo la colchoneta lista, la tiró al agua y ella se fue detrás. Chapoteo y chapoteo, puso en práctica lo aprendido en clases de natación, se tiró veinte veces: de cabeza, a bomba, en carpa.

-¡Ten cuidado! -gritó su padre antes de entrar en casa.
-¡Sí papá! -le contestó-. "Al fin sola ¿y ahora qué?" -pensó-.

¡¡¡BRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!

"¿Qué era eso?" Debía investigar: Se puso las gafas supersónicas con visión submarina y llamó a su fiel amigo Aquaticpez que la remolcaba por las aguas turbulentas del Lago Embrujado. Se arrastró por las arenas hasta un escondrijo que había camuflado entre unos arbusto. Allí lo vio:

Era el malvado Vecineitor, que pretendía destruir el ecosistema de la zona con su máquina exterminadora. Y también estaba su secuaz Carlitoxic, que tenía un frisby tóxico que quemaba todo lo que tocaba.

-Oh Diós mío, ¡me ha visto! ¡No! ¡El frisby viene hacia aquí!
-Aquawoman, ¡date por muerta! ¡Súper poder tóxico! -gritaba Carlitos desde el otro lado del seto.
-¡Chiw! ¡Chiw! ¡Chiw! -respondía Margarita con su pistola invisible de rayos paralizantes, mientras los dos se partía de risa tirados en el suelo, cada uno a un lado del seto.

Eran los mejores amigos y siempre lo serían.




Margarita estaba feliz.

Al fin disfrutaría de un fin de semana con la casa sólo para ella.

Desde que nacieron los mellizos, ya hacía cuatro años, la familia no se había despegado ni se había permitido el lujo de ir de vacaciones, pero ese fin de semana los progenitores decidieron acercarse a Cartagena para que los niños conociesen el mar. La razón de que Margarita se librara de ir, era que debía recoger un paquete de chocolates que el tío Cristobal mandaba cada 10 de Julio a sus únicos sobrinos.

-No se le podía ocurrir nada mejor que chocolates en verano, este hombre está de coña -murmuró Margarita mientras firmaba la entrega al mensajero.

Eran las seis de la tarde y hacía sol, así que salió a la piscina. Al pisar el césped bladito recordó las palabras de su padre "Acuérdate de encender el riego a las diez, y no se te ocurra tomar el sol fuera de la tumbona que se estropéa la hierba". Iba a hacer algo mejor que eso. No había nada más relajante que dejarse mecer en la piscina, tumbada en la colchoneta de los Lunis de sus hermanos. Y allí estaba, flotando, al calorcito, haciendo nada y de pronto... "Oh Dios mío, ¡es Sergio Gómez de 3º C! ¡En mi jardín! ¡y viene hacia el agua! ¡Ay madre!"

¡¡¡BBBBBBBBBBBRRRRRRRRRR!!!

-¡Pero qué co..! -Y el agua se la tragó.

Salió salpicando a diestro y siniestro, medio ahogada y expulsando mocos a mansalva por la nariz. "A quién se le ocurre ponerse a cortar el césped en medio de una fantasía!!" Salió del agua y se acercó empapada al seto.

-Eh tú ¡Gilipollas! Casi me matas del susto.
-Parece que oigo un ladrido, ¿De dónde vendrá? -se burló el chaval.
-Carlitos no me vaciles, que hoy estoy sola y quiero relax, ¿entendido? -le dijo ella con aires de adulta.
-Oye, no hago esto por gusto, no sé si recuerdas que me han quedado dos.
-Nunca fuiste muy listo, no...
-Y tú señoritinga, casi te catéan mates por soplarle la 6 al imbécil ese.
-Y a tí ¿qué!, lo que yo haga con mi vida es cosa mía.
-Joder Marga, yo solo te digo que no te hagas ilusiones. Voy con él a fútbol y nos cuenta unas cosas... Es un flipao.
-¿A sí? ¿Vas con él? ¿Te ha hablado alguna vez de mí? Podías invitarme a algún partido.
-Joder Marga... -suspiró- En fin, si tanta ilusión te hace, jugamos mañana a las cinco. Puedes venir conmigo, nos lleva mi padre.
-¿Y que Sergio me vea llegar contigo? Ni lo sueñes, llamaré a Blanca y que nos lleve su madre. "Ay, que nervios, ¿qué me voy a poner?" ¡Ciao Carlitos! -le gritó mientas se alejaba.




Margarita estaba feliz.

Sólo le quedaba ese fin de semana en casa de sus padres y, por fin, se independizaría.

Le había salido trabajo en Zaragoza y para allá que se iba. No conocía a nadie, ni siquiera la ciudad, pero tenía ganas de empezar su propia vida de una vez. Organizarse, cocinar, pagar los recibos, pagar los seguros, pagar la comunidad... "Dios mío, cuantas cosas voy a tener que pagar ¡Y ni siquiera sé como hacer la declaración de la renta!".

-¡Así no me extraña que tengas ese culazo! ¡Jajajajajajaj! -Se burlaron sus hermanos al unísono, cuando la vieron coger un par de bombones del tío Cristobal.
-¡Iros a la mierda! Este verano El Culazo se lleva su coche y a ver quien os saca de fiesta en fiesta.

Cogió una toalla, salió al jardín y se echó en la tumbona.

-Nenita, ¿por qué no vienes al césped? Es más cómodo -dijo su madre.
-Ya sabes que papá odia que nos tumbemos en SU césped" se rió Margarita.
-¡Carmen! ¿Aún estas así? Vamos mujer, que hay que llevar a los chavales al entrenamiento y luego ya paramos en Carrefour -gritó su padre desde la ventana-. Y a la vuelta riegas tú el césped, ¡que mira cómo me lo tienes!.

Al fin tranquilidad. Sabía que ese fin de semana tocaba fiesta de despedida, así que aprovecharía las pocas horas de paz que acababa de regalarle su familia, para relajarse.

Tras unos minutos se sintió asfixiada y pegajosa, así que se metió en el agua. Estaba flotando boca arriba, sintiendo el agua entre sus dedos, notando la densidad del fluido.

¡¡¡BRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!

Con el ruido salió de su letargo y se acercó nadando hasta una esquina. Sin sacar mucho la cabeza, escudriño entre los setos a ver si veía al culpable de su sobresalto. Allí estaba:

Sin camiseta, sudoroso, sus musculados brazos manejaban la máquina con vigor. Ahora estaba dando la vuelta, se acercaba a la zona del seto, así que se sumergió y nadó hacia el lado contrario. Esperó allí hasta que lo vio alejarse "Madre mía que espalda". Nadó de nuevo hacia el seto aprovechando que Carlos se había dado la vuelta . No podía dejar de mirarlo. En el instituto se habían distanciado y durante el período universitario a penas se vieron. Era evidente que Carlitos estaba hecho un hombre. "Mierda está aquí de nuevo" Y antes de que lograra sumergirse, sintió cómo todo se volvía rojo.

-¿Estas bien? Eh, Margarita, mírame.
-Qué ha, qué,... -balbuceó ella medio mareada.
-Tranquila, no es nada, ya casi no sangra. Salió una piedra disparada del cortacésped.

Estaba sentado a su lado, un brazo hacía las veces de respaldo y el otro sostenía la toalla ensangrentada con la que había detenido la hemorragia. Ella dejó caer la cabeza contra el pecho de él y cerró los ojos mientras aspiraba profundamente.

-Eh, Margarita, venga, levántate, vamos, ya está, no es nada, vamos.

Pero se estaba tan agusto allí, sentía una cosa rara en el pecho, le temblaba todo y una vergüenza horrible la invadió al darse cuenta de que sólo podía pensar en que sus cuerpos se estaban tocando.

-Yo...

Se miraron fijamente.

-Aquaticwoman, al fin eres mía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ains, esas amistades de la infancia que se convierten en amores... Me encanta :)