jueves, 16 de febrero de 2012

Señores de andar por casa: (II) Las Colonizaciones


Cuando Salvador se decidió a desempaquetar por completo y comenzó a instalarse, lo primero que pensé fue que se me había acabado el acaparar armarios y estanterías ¡pero no! este hombre tiene cuatro cosas así que, aunque le he dejado bastante espacio, sólo es una estrategia temporal para ir colonizándole las baldas poco a poco, así con disimulo femenino (risa perversa).

Me las pintaba muy felices yo, hasta que el otro día subiendo las escaleras de casa noté un olor… ¿Cómo lo definiría? Entre familiar y perturbador al mismo tiempo. Como soy un poco obsesiva con los olores y, aprovechando que Salvador aún no había llegado, me puse a olisquear la casa en busca de la fuente de aquel aroma tan… rancio. Y la encontré, vaya si la encontré, se escondía tras la cortina de la bañera, encima de una jabonera años ’70, era una pastilla de jabón Heno de Pravia que había colonizado con su perfume toda MI casa, mi casa que olía a muchacha joven y lozana ahora olía a señor mayor. No podía usar un Sanex de toda la vida, no… o cualquier gel de baño de oferta, qué va. Tenía que ser una pastilla, de Heno de Pravia, que será una maravilla de jabón pero ese olor tiene el mismo glamour que echarle Barón Dandi a un quinceañero.

En definitiva, que me ha colonizado él a mí, seguro que ni es consciente, pero hasta que se me acostumbre la nariz parecerá que no vivo en mi casa.

Al menos no huele a Alcanfor…

viernes, 3 de febrero de 2012

Señores de andar por casa: (I) La llegada de Salvador


Primero os pondré en antecedentes. Vivo en la buhardilla de un chalé/pareado/duplex en medio de la nada, eso sí, con piscina.

En la planta baja vive mi casero Anselmo, su hija Marla y dos perras que le ladran al aire cada vez que se mueve una hoja. Antes también estaba su mujer, pero dado que no la veo desde octubre he sobrentendido que se han separado. Arriba vivo yo.

Lo habitual era tener compañera de piso arriba conmigo, pero este año las cosas se complicaron para bien y he podido disfrutar para mi solita toda la planta. Hasta esta semana…

Resulta que mi casero en vez de buscarme compañía universitaria, ha decidido alquilarle la habitación a un amigo suyo recién separado, así que ahora vivo con Salvador, un arquitecto de 59 años que no sabe ni poner la lavadora y que está tan depre que aún no ha colocado las cosas de la mudanza, miedo me da sugerirle lo de los turnos de limpieza del cuarto de baño…

El hombre se la pasa hablando con Anselmo sobre la separación, los planes de futuro frustrados y lo mal que lo está pasando… A riesgo de parecer insensible os diré que esta parte es muy graciosa, porque a mi casero acaban de quitarle absolutamente todos los dientes para ponerle implantes y casi no pronuncia, así que se limita a farfullar: “fí fí, dógico, ef compenfibde, hay be animabce hombde”.

El caso es que como no interactúa en absoluto conmigo, no hay manera de entablar “La conversación”, que es la charla que les daba a todas mis compañeras acerca de cómo funciona la casa, dónde están las cosas, cómo vamos a organizarnos, que mi taza del desayuno es sagrada y contarnos un poco la vida para tomar confianza. Di que su vida ya me la sé, al menos la parte triste, pero no estaría de más que me contara también la otra parte, que seguro que la hay.

Entiendo que lo mismo que a mí me resulta raro vivir con un señor de la edad de mi padre, a él le resulte más raro si cabe convivir con una estudiante después de 30 años de matrimonio, así que le daré un tiempo a ver si se va situando.

Por lo pronto ya se ha quedado dos veces encerrado en el baño y mira que lo avisé de que el cerrojo se atasca, por eso hay un cartelito en la puerta para poner “ocupado”, pues nada, hasta que me haga ir con un destornillador a rescatarlo, no para…