domingo, 11 de marzo de 2012

Señores de andar por casa: (III) Así lavaba, así, así


Una de las primeras cosas que tuve que enseñarle a Salvador fue a poner la lavadora. Porque a pesar de ser un señor con estudios, urbanita y culto, pues lo que vienen siendo las labores del hogar no las ha practicado en su vida. En este caso porque “tenía una empleada de hogar” que en otros casos se traduciría por “lo hacía mi mujer” (manda güevs a estas alturas).

Tras explicarle los programas básicos y dónde se pone el jabón y el suavizante pensé en darle unos consejillos que, aunque a priori puedan parecer “de cajón” supuse que a él le vendrían bien:

-Hay que lavar la ropa blanca separada de la ropa de color aunque, si tienes ropa que no sabes en qué grupo meter, puedes ponerla toda junta con una toallita de estas que absorben los desteñidos.

-No laves con agua muy caliente si tienes duda de si destiñe o encoje.

-Si tienes poca ropa y necesitas lavarla, pones media carga apretando este botón.

Y lo más importante:

-No vuelvas a forzar la puerta para que se abra al acabar el lavado, porque hay un seguro que no permite hacerlo hasta que se apaga esta lucecita de aquí.

Pues se lo ha tomado en serio el hombre, hoy ya va por la cuarta lavadora, puso una con 3 camisas claritas; luego, puso una con una camisa oscura, 4 pares de calcetines y un calzoncillo; después una con un jersey azul y un vaquero y la que acaba de tender la puso con un edredón blanco.

Salvo lo del edredón, las demás lavadoras suele ponerlas iguales cada 3 o 4 días, lo que me lleva a la conclusión de que sólo usa dos calzoncillos a la semana. Si a eso le sumamos que el Heno de Pravia sigue casi intacto… Próxima lección de convivencia: La higiene personal.

viernes, 2 de marzo de 2012

Noches como la de hoy


Hay noches en las que se alinean los planetas y me encuentro a mi misma a punto de llorar otra vez por lo mismo.

Después de tanto tiempo, tanto daño que me dejé hacer, aun así, sucede que oigo una canción como esta y mi mente se pone a recordar todos los momentos que te hicieron inolvidable…

Y me sube un calor por el pecho que me rodea el cuello…

Pudimos ser muy grandes, infinitos y no fuimos nada más que mediocridad.

Una mano enorme agarrándome la garganta para ahogarme de felicidad, que nunca me osó siquiera tocar.