martes, 24 de febrero de 2009

Chispitas


Chispitas de lucidez.
Gotitas de placer que resbalan por mi piel.
La luna me guiña un ojo.
El cielo no quiere llorar.
La mañana me espera ansiosa.
La noche me arropa entre sueños.
Y las sábanas... las sábanas son una masacre!!
¿A qué jugaremos la próxima vez?

jueves, 12 de febrero de 2009

Mío


–¡Pero qué estas haciendo! –gritó la madre–. ¡Suelta a tu hermana ahora mismo!

–¡Ha cogido mi perro! –la muchacha la miró enfurecida–. ¡Le va a arrancar las orejas!

–¿Pero te estás oyendo? –dijo cogiendo en brazos a la pequeña que lloraba desconsoladamente–. ¡No ves que es una niña! No se te ocurra ponerle una mano encima nunca más...

–¡Pues que no se acerque a mis muñecos! –Miró al perro con tristeza y lo estrechó–. Pobrecito... ¡Mira! Ya está medio descosida –dijo mostrándole la oreja del peluche a su madre–. ¡Es mío!

–¿Te parece normal este comportamiento? Es un muñeco y tú ya no juegas con él. Sólo coge polvo en el estante junto con los otros trescientos. Deja jugar a tu hermana. –La madre cogió el perro de peluche–. Ahora le toca a ella disfrutarlo.

–¡Ni de coña! –gritó la muchacha fuera de sí–. ¡Es mi perro! ¡Es mío! –forcejeaba con su madre– ¡No lo toquéis!

El bracito del muñeco cedió y un silencio incómodo invadió la sala de estar. La madre dejó caer el muñeco al suelo y se fue con la pequeña, que chupaba entretenida un mechón de pelo como si todo aquello no fuera con ella. La muchacha ya no pudo aguantar el llanto y no dejó de llorar en todo el tiempo que tardó en recoser los trozos del peluche.

Esa tarde, vació su estantería de peluches y los tiró todos en el suelo de la habitación de su hermana pequeña. Al perro lo metió en una caja de zapatos y lo llevó al convento que había en su calle, dónde recogían donaciones para el orfanato.

Si ya no iba a jugar con él, al menos no quería ver como una estúpida mocosa lo destrozaba.

jueves, 5 de febrero de 2009

Le pido a este instante...


Al destino que a veces existe y otras tantas no.
Que a veces parece escrito y otras tantas
nos da la pluma para que nosotros mismos lo escribamos.

A la pluma que no sabe a qué mano acudir.
Que nos insta a dibujar nuestros pasos
para luego verlos firmados por otras manos.

A todo aquello que se escapa sin remedio.
Que sucede sin que podamos detenerlo
y de pronto nos hace partícipes o causantes.

A los imprevistos, las previsiones,
la fortuna, los planes,
las metas, los caminos...

A la esperanza y el desespero.
A la rabia y la impotencia.
Al positivismo y la resolución.

A los malabares que somos capaces de hacer.
A la desidia que nos deja paralizados.
A la indecisión que nos atormenta.

A los santos de los que nos acordamos cuando todo se tuerce
y a los que adoramos cuando se endereza.

A los sueños maravillosos y las dichosas pesadillas.
A los pasos a ciegas y a los iluminados.
A los saltos al vacío.
A las riendas perdidas, las encontradas y las que asimos con fuerza.

¡Que todos se detengan!

Quiero congelar este instante,
grabarlo en mi retina,
que no vaya a cambiar nada,
que no se me borre la sonrisa...

Al menos un ratito más siquiera
quedarme aquí acurrucada
en este preciso instante, así,
sin que nada triste suceda...

A los peldaños de una escalera ascendente


martes, 3 de febrero de 2009

Instintos vocales


Uno, único, usurpa, urge, une, urde, usa...

Oye, obedece, observa, olvida, oscila, obliga, osa...

Irrumpe, improvisa, imagina, inflama, incendia, intenta, insiste...

Eso... empieza, espera, encima, entra, explora, ¡estalla!

Aquí, así, ahora, abajo, arriba, ahí......... ¡Ay!