jueves, 7 de marzo de 2013

Volver....

Olivia Ruiz ha vuelto con un nuevo disco "Le calme et la tempête" (La calma y la tempestad), lanzado el 27 de enero de este 2013.
Son 15 canciones mayoritariamente en francés, aunque se le escapa el español en "Volver" y "La llorona", canción en la que colaboran Didier y Anthony Blanc, su padre y hermano respectivamente.
También se cuela el inglés en "Ironic Rainbow" y "Crazy Christmas".
El primer single es "My Lomo and me" que no, no es en inglés, pero yo he preferido traduciros... VOLVER



LETRA:

Cette nuit je sors pour te sourire
cette nuit j'ai empaqueté ma joie pour te l'offrir
J'arrache le ciel pour que tu me vois
Je grimpe sur une échelle
Allez! Attrape donc mes doigts.

Je sais que tu es coincé là
Je me blottie dans les nuages
Comme si j'étais dans tes bras

Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo

J'avance pour que tu sois fier de moi
J'avance je n'ai plus peur quand tu n'es pas là
Je rêves que tu sais comme je me bats
Je rêve que tu es heureux quand tu penses à moi
Je sens que tu me suis pas à pas
Je sens que tu m'entends que tu me vois

Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo

Cette nuit je souris pour toi et les anges
Cette nuit la lune brille, comme c'est étrange



Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo


TRADUCCIÓN  (de andar por casa):

Esta noche salgo para sonreírte
Esta noche he empaquetado mi alegría para ofrecértela
Rompo el cielo para que me veas
Me subo en una escalera
Vamos! Píllame pues por los dedos

Sé que estás atrapado allí
Me acurruqué en las nubes
Como si estuviera en tus brazos

Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo

Avanzo para que estés orgulloso de mí
Avanzo, ya no tengo miedo cuando no estás ahí
Sueño que sabes cómo lucho
Sueño que eres feliz cuando piensa en mí
Siento que me sigues paso a paso
Siento que me entiendes, que me ves

Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo

Esta noche sonrío para ti y los ángeles
Esta noche la luna brilla, qué curioso

Volver, volver, quiero volver
Volver, quiero volver contigo
Quiero volar contigo


viernes, 11 de enero de 2013

De Musas y Cenas



Estoy tremendamente molesta con mi musa.

He estado releyendo papeles antiguos y relatos que nunca llegué a publicar y son una gozada. Llenos de locura, amargura, desesperación y pena. Eran, de esos que me salen con “una prosa poética que mola un montón” —como diría Kiram. Y son relatos sin metáforas, de los que se entienden bien, de los que me salían como churros. Vamos, que a mi me gustan.

Pero claro, la dichosa musa, cuando una está pletórica, tranquila, esperanzada y feliz, se toma vacaciones y me deja sola frente a una hoja en blanco.

Así que he decidido coger uno de esos relatos y enseñároslo, porque aunque el orden de los acontecimientos cambiase, fuesen vieiras en vez de lubina, no hubiese corbatas ni velas o, en vez de cristales rotos hubiese peleas con descorchadores y lo más importante, fuéramos cuatro, al final las cosas que desde la tristeza imaginas que te harían feliz, a veces se cumplen y aunque no me salga igual de bonito contarlas, la sensación de vivirlas es mucho mejor.





Cena para nadie 


Hay una casa perdida, rodeada de viento y hojas que aún se soportan a duras penas en las ramas, pájaros grises que se encaraman a las ya desnudas, silencio roto por la lluvia suave que esponja la hierba y un fuego crepitando.

Con los ojos cerrados se oye un latido encerrado en una cajita, bajo siete llaves y en la cocina el horno empieza a calentarse. El cuchillo más afilado hace que las lágrimas de cebolla se escurran hasta la tabla... y el corcho de una botella de vino estalla irremediablemente de euforia, tiembla la bandeja mientras se adentra en el horno y ya solo queda esperar....

El minutero acompaña el ritmo del perfume en las muñecas, se tensa con el nylon de las medias y se acompasa con los paseos ansiosos en tacones. Las copas, los cubiertos...

Suena el reloj del horno, la botella de vino rueda por el suelo y se detiene en los tacones que yacen junto a las medias y el vestido, la bandeja ya se había deslizado entre sus manos y los cristales rotos salpicaban la habitación.

La ducha helada no era capaz de calmar tanta locura, lo había visto allí, con ella, en la cocina, salpimentando la lubina, colocando las servilletas, apretándose la corbata, riéndose con una copa de vino en la mano, encendiendo una vela.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Señores de andar por casa: (IV) Una tarde de fútbol




Anselmo apenas necesitó un poco de apoyo por parte de Salvador para decidirse a contratar TV por cable, un pack deportivo concretamente, con el que aseguraba varias ligas de distintos continentes y muchas otras competiciones de su agrado. Básicamente fútbol, mucho fútbol y un poco más de fútbol. La escena transcurría tal que así:

— ¡Salvador! —Gritaba Anselmo—. ¡Va a empezar!

—Sí, sí, ya bajo —decía Salvador con la cabeza dentro de la nevera—. Voy a coger un vinito, ¿llevo algo más?

—He hecho tortilla de patata.

—Estupendo. Pues voy a hacer una ensalada también.

Se sentaban en el sofá, cada uno con su bandeja en el regazo y comenzaba un murmullo futbolístico ininteligible hasta que finalizaba el partido, se daban las buenas noches y cada uno volvía a sus quehaceres.

Un día de derbi la cosa se animó bastante. Salvador fue a buscar a su hijo Federico, yo me uní a ellos y también Marla, la hija de Anselmo y su novio Marcos; así que la tortilla de patata se duplicó, la ensalada también, hicimos palomitas, patatas fritas, hojaldres salados calientes, aceitunas, vino, cerveza, refrescos y nos sentamos todos “en familia” a ver cómo ciento y pico millones de euros en pantalón corto, jugaban a quitarse una pelotita (qué visión tan femenina, eh). Y ahí salieron las personalidades de cada uno casi sin darnos cuenta.

Marla, que estaba con cara larga desde el principio, a los 15 minutos se sirvió un poco de todo y dijo:

—Paso. Me voy a la cocina —Marcos la miró con cara de corderito degollado—. Tú haz lo que quieras.

Marcos se quedó en el sofá, comió una patata y empezó a mover el pie a gran velocidad. Tardó diez minutos en levantarse e ir a la cocina a la voz de “¿Estás enfadada, cariño?”. No se les volvió a ver el resto de la velada.

Anselmo es un jugador frustrado, tras su lesión de juventud quedó apartado del terreno de juego, así que hacía de comentarista resabiado y nunca le gustaba cómo jugaban los contrincantes: que si suben, que si bajan, que si no se abren, que si no se cierran, las bandas, el medio campo, que si tanto toque le aburre y su frase estrella:

—Yo no digo que lo dejen impedido, como me pasó a mí, pero un valiente que le haga una falta buena que lo deje seis mesecitos en su casa, al enano cabrón este, pelotudo ¡pero arréenle de una vez!

Salvador en cambio era un autocrítico de su equipo: Este jugador está poco motivado esta temporada, este otro no está certero, este no está a lo que tiene que estar, este arrastra una lesión, este está quemado, a este no lo valoran lo suficiente, a este lo valoran demasiado. Y su frase estrella:

—Voy a tener que volver al cuarto de baño para que marquemos otro gol ¡parece que están esperando a que yo me levante!

Federico, el hijo de Salvador, era bastante reservado. No despegó los ojos del televisor y se limitaba a emitir gruñidos (quizá porque siempre tenía la boca llena), quejidos y demás onomatopeyas: ¡Uy!, sísisisisiss, nononono, aaarrrrggg, brrrrr, pfffff, eeeeeh, ooooooh, vamos, ahí, goooool.

Yo, por mi parte, me dediqué todo el partido a tomar prestadas frases de mis compañeros de sofá y transcribirlas como propias en un debate whatsappero con el corresponsal del equipo contrario, que estaba en el campo. Al final ganamos los dos las apuestas: hubo empate.

….Y a la mañana siguiente le tocó fregar a Marla.


martes, 13 de noviembre de 2012

Uno... dos... tres!


“Está bien, me has convencido […] Vamos a temblar.” (N.R.) 


Para rodar una escena perfecta de película, primero se elige el escenario:

—Qué te parece una estación en hora punta, gente con prisas, maletines, ¡din, don, dan!

— ¿Segura? ¿Y un viaje en coche? ventanillas bajadas, música a todo trapo…

—No sé. Igual algo más tranqui, como un banco apartado en un parquecito solitario con fuentes llenas de peces, árboles y pájaros. Al atardecer…

—Si va a ser en ese plan, mejor una mañana en medio del bosque, con todo verde y ardillas. Sentados, yo qué sé, en un alcornoque.

— ¡Oooh, oooo…! ¡Unas grutas escavadas en la roca! O un precipicio. No, un puerto pequeñito.

—Qué cansina con el mar (el mar, el mar), si tú eres de interior. ¿Y en un restaurante?

—Ay, no sé. ¿Con chimenea?

—Qué cursi la chimenea… ¿Una cocina no te vale? Encendemos un fogón… ¡jajaja!

—Vale. Una cocina

— ¿Sí?

—Sí

Luego hay que ponerle banda sonora:

— ¡Una canción de Édith Piaf!

— ¡Qué dices! No, no, no. Sonido ambiental de ciudad. Los niños en el patio del colegio, los coches, los pájaros, un claxon, una cafetera...

— ¿Niños y cláxones? Claaaaro… No. Si va a ser ambiental, entonces que suene oleaje y gaviotas.

—Ya estamos… Y unos violines también, ¿no? Va, que sea una canción. Pero en francés no

—Ni de Metallica

—Si total no nos funcionan los CD’s, no sé que música vamos a encontrar…

—Pues la cantamos, no hay problema

— ¿Carmiña Vacaloura?

— ¡Jajaja! ¡Si no te la sabes! Carmiña para un thriller psicológico

—Pfffff. Si es que todo es tan jodidamente relativo….

— ¡Esa!

Y por fin decidir qué harán los personajes.

—Pero, un momento hombre, ¿quiénes van a ser los personajes?

—Yo daba por hecho que nosotros

—Tío, eso es tan poco original…

—No me llames tío… En una cocina ¿a quién quieres meter si no?

—Me refiero a que puede ser más metafórico, en plan una conversación entre un tomate y una botella de aceite.

—Sí… Un coloquio entre negrillas, camagrocs y níscalos… jajaja

—Oye, pues es una idea. Pero aunque sea una cocina, no tienen por qué ser alimentos

— ¿Y estás segura de que te convence lo de la cocina?

—Sí, sí, sí

— ¿Y porqué no tú y yo? y te dejas de metáforas…

—Vaaaaale

Ahora sí, hay que decidir qué harán nuestros dos personajes, en una cocina, mientras cantan “Todo es tan jodidamente relativo”

— ¿Haces la cuenta atrás?

—Sí. A la de tres: Uno, dooo

—Espera, espera. ¿Uno, dos y a la de tres? o ¿uno, dos, tres, ya?

—Uno, dos y a la de tres

—Vale

—Uno, dooo

—Espera, espera ¿ésta ya es la definitiva, o es la de prueba?

—La definitiva

—Vale

—Uno, dos….

Y dijeron a la vez:

— ¡BAILAR!


lunes, 15 de octubre de 2012

Me gusta que los planes salgan bien




Planificar, coordinar, pensar en el mínimo detalle, en los “por si acaso”, usar márgenes de tiempo, coeficientes de seguridad, prever posibles desastres. Tener todos los flancos cubiertos. Buscar alternativas, crear varios “plan B” y pensar incluso en respuestas que dar ante cualquier situación que pudiera surgir. Para que todo salga perfecto. Y si no, me exaspero muchísimo.

Y entonces me veo imbuida por el desastre, el caos, los “no me puedo creer que esté pasando esto” y, cuando se empieza a despertar en mi interior el monstruito gritón que suelta los “Si es que si no hago yo las cosas no salen como es debido, no puedo dejar esto en manos de incompetentes. El universo conspira para que salgan mal las cosas que no debería estar haciendo…” Una bofetada de pensamiento feliz manda al monstruo al rincón de pensar, por ser un aguafiestas que no ve más allá.

Agradecimientos: 

A Pilar y Pili, porque sin ellas esto no hubiera sido lo mismo.

A Angelito, que venía de Melilla a la boda de su tita Ester, porque hubiera machacado sin piedad (si se lo hubiera pedido) a la señora portuguesa que se negaba a recibir mil pavos en efectivo.

A Willy, por ser el primero en ofrecerse para echar una mano.

A Vicente y Almudena por hacernos un tour por Múnich junto a la puerta de Alcalá (feliz cumple al papi de Almu).

A esos militares tan majos que nos llevaron en tanque imaginario a hacer el recorrido por el barrio de las letras; no es verdad, ángel de amor?

A las cañas bajo la lluvia y los brindis con empanadillas.

A las tazas de porcelana y los coscorrones con lámparas de los cielos que son mares.

A las cremas de orujo riojanas ¡A Tope!

A los ciclistas simpáticos, los carteles de prohibido que miran para otro lado, las pelotas de golf que se caen al agua en vez de a la cabeza; las setas, que haberlas haylas pero querían que volviésemos y se escondieron y, al conejo, que no llevaba reloj sino zapatos nuevos.

A Pablo y Albertín “Capitán”, por majos, campechanos, serviciales y por no darnos una hostia con esas manos tan grandes.

A los polares, cafés calientes, batidos de chocolate y tostadoras, por hacer que no se notaran los 7ºC

A las empanadas, las gulas y los tomates por combinar tan bien los “carreretes au fromage”

A las lágrimas que saben a mar y los dulces sueños de las marmotas.

A los “diez minutos más” 

A los gatitos :3

A Encarni y Ramón por el segundo perfecto...


miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Faro de los Vientos


Simón era farero de toda la vida. De hecho vivía en el faro y casi nunca salía de él, no era feliz ni estaba amargado, simplemente dejaba transcurrir los días sin darle demasiadas vueltas a nada.

Soplaba levante un día que volvía de hacer la compra y llamó su atención un aparato rebajado del escaparate de una tiendecita de regalos: Era un telescopio. Sin pensarlo mucho se lo compró, lo instaló en lo alto del faro y, como si de la ventana indiscreta se tratase, comenzó a distraerse viendo la vida de los demás… 

Vio a un muchacho que esperaba nervioso a la puerta de un hotel secándose el sudor de la frente con la manga de la camiseta. 

Vio a una niña que no hacía más que asomarse al balcón mirando al infinito, como si esperase algo que no acababa de llegar. 

Vio un coche rodeado de guardias que echó a volar empujado por el levante y que al parecer, aterrizó en Coímbra, según le contó un moro. 

Vio cómo se peleaban por subir a un taxi Andrew Shue y Luke Perry, que acabaron subiéndose juntos para ir a comer al barrio de los arcoíris. 

Vio a dos fugitivos refugiarse de la lluvia en un restaurante justo cuando cesó de llover y celebrarlo descorchando una botella de vino. 

Vio un rayo caer en la única cabina telefónica que quedaba, la vio arder pero también ser apagada por el cuerpo de bomberos, que vinieron con la manguera, a mojarla entera. 

Y entonces se hizo de noche y cambió el viento a tramontana y, vio como se agitaban los cipreses y los abetos y las encinas y los castaños. 

Y al día siguiente vio las playas llenarse de erizos de mar y cómo unos niños jugaban con ellos en la arena. 

Vio cómo inauguraban una cervecería con especialidad en tostadas, bocadillos de mortadela y sofritos, sobre todo sofritos y también vio como los vecinos se quejaban por el ruido de las sartenes. 

Vio gente paseando, barandillas enanas, escalones muy largos, casas de cuento y la luz de su faro girando sobre los tejados. 

Vio una reunión al borde del acantilado, una focha pescando con un ánade y una medusa jugando a las palas. 

Vio cómo se pusieron de moda los esnórquel de channel y el llevarse a la playa paellas con champán. 

Vio cómo se detuvo el reloj porque la arena se llenó de caracoles que no se querían marchar. 

Y vio cambiar el viento una vez más...

Se fue la tramontana y se llevó volando el telescopio y la imaginación de Simón, que decidió salir del faro, plantar la toalla bajo las estrellas invisibles y esperar a los alisios, que traían aroma a humo, a queso y a sal.

(A la llum d'un fanal)

lunes, 3 de septiembre de 2012

Un cuento de bichos



Érase una vez que se era, una historia que nunca fue, pero de haber sido, aunque en parte fuera, nunca sería sino algo parecido, porque aunque pudo haber sido, no fue.

Cómo puede dar de sí la tela de araña de una lápida en un cementerio empapado de sorpresas.

Cómo las musarañas se mueren de risa con las travesuras de las vacas y las mariposas azules pintan de lunares a los perros más grandes y tranquilos del mundo.

Cómo las lechuzas detienen el tráfico para que las raposas no atropellen a mamás jabalí que llevan a sus bebés a fiestas que no existen.

Cómo las abejas posan y se posan, y las bolsas se convierten en cernícalos sobre las fuentes más dulces y amargas.

Cómo cazar una rana y regalarla… Cómo que te regalen una rana empieza como una tonta ilusión y acaba con servilletas recuperadas de la basura, con equipos de operaciones de emergencia entre cafés, con bellotas a la sombre de un castaño, vigiladas por el ciprés más alto…

Pero este cuento no se ha acabado, porque aún está la salamanquesa aprendiendo a nadar…

...y la trucha a respirar.