domingo, 7 de abril de 2013

Chapotear en los charcos


Y aquellas palabras acostumbradas a quemar, de pronto, se derriten entre los dedos templados del tiempo _¡Manos arriba! Asalto a las seis..._ se escurren por las muñecas de cuero, resbalan como el último trago de la enésima copa y acaban en un charco salado en el suelo.

Ni piedras, ni cuestas, ni escaleras, ni relojes, ni llaves...

Las quemaduras del hielo son difíciles de curar, pero finalmente lo hacen. Marchando sola, soportando la tormenta y volviéndose a marchar... allí donde mejor se está: hecha un ovillo de lágrimas de miedo y felicidad.

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