domingo, 11 de abril de 2010

Un extraño sueño


Se metió en un hotel que había en la plaza. Como si tuviera habitación, subió y recorrió las plantas con toda la serenidad que pudo. Necesitaba una ducha....
Se metió en el spa, se quitó la mugre, robó un par de toallas y se envolvió en ellas el cuerpo y el cabello. Salió de allí dejando la ropa oculta en un rincón. Al salir vio un revuelo en el pasillo, debían de estar buscándola. Al asomarse a las escaleras vio a su compañera, que al parecer había logrado escapar, haciéndole gestos desde la planta de abajo. Había encontrado una habitación abierta que debía de pertenecer a una familia porque había juguetes y una enorme bolsa de pañales encima de la mesa. Se vistieron con lo que allí encontraron y salieron pitando. Cuando bajaban al hall se cruzaron con la familia a la que habían sustraído la ropa, lo dedujeron porque la mujer se les quedó mirando como quien reconoce su falda y no acaba de creer que la lleve otra persona. La señora avisó a seguridad y ellas echaron a correr, no sabían hacia donde, pero al salir a la plaza de nuevo, vieron que los turistas se encaramaban a los coches de caballos en marcha. Ellas hicieron lo mismo, tuvieron la suerte de subirse a uno repleto de jóvenes y apuestos italianos vestidos de etiqueta que las sujetaron por la cintura para que no se cayesen. Cuando lograron meterse dentro del coche ella se remangó la falda y se quitó la camisa. Uno de los jóvenes le dio la suya y se la ató con un nudo. La policía paró el coche y detuvo a su compañera, a ella ni la miraron. Se bajó del coche en la siguiente plaza. Y entonces uno de los perros se abalanzó sobre ella, pero en vez de transformarse en una especie de colacuerno, solo la lamió. Los policías se disculparon y ella fue a esconderse dentro de un contenedor de basura amarillo. Cuando el ambiente parecía calmado, salió de nuevo a la calle y se metió en un hotel que había en la plaza. Como si tuviera habitación, subió y recorrió las plantas con toda la serenidad que pudo, necesitaba una ducha...

jueves, 8 de abril de 2010

TicTac


Cuando me disponía a dormir y, tras apoyar la cabeza sobre una mano, escuché a mi minúsculo reloj de cuerda.
Estaba frenético: ¡TICTAC-TICTAC-TICTAC-TICTAC!
Como un galope metálico incesante.
Era tan pequeño mi reloj e iba tan rápido que pensé, fíjate que tontería, ¡que se iba a cansar el pobre!
Luego recordé que era un reloj de cuerda: Cuando yo me levantara por la mañana llena de energía, él dormiría plácidamente.